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Del vicio de las drogas y pandillas, a una vida de paz

  • Pablo Medina
  • 5 ago 2016
  • 5 Min. de lectura

Sentado junto al reportero en un banquillo del parque las cuadras, Byron, con la mirada fruncida dice que no podrá olvidar la noche del 15 de febrero del 2011 cuando se encontró rodeado por 23 miembros de la pandilla “Latín King” en una cancha de baloncesto de solanda. No se trataba de un encuentro fortuito, de hecho según Byron ese fue el primer paso para empezar una nueva vida. "Capotazos, patadas y puñetes volaron sobre mi humanidad para respetar el código de la salida", mencionó Byron, pues él fue miembro de dicha pandilla.

Diego y el reportero se conocen desde hace dos años, pues ambos son fanáticos del fútbol. El último domingo de julio decidieron observar un juego en el estadio Atahualpa, pues Diego es hincha del Barcelona. Junto a Diego llegó Byron, vecino de él y fanático de El Nacional. Esa fue la primera vez que Byron y el reportero se conocieron. Finalizado el juego, los tres fueron a la zona del Estanco, ubicado en la calle Juan Gonzáles al norte de Quito. "Seis bielas vecino", dijo Byron mientras Diego y el reportero jalaban una mesa de plástico y tres sillas, para no quedarse sin lugar en la tienda de Don Carlos.

Pasaron tres rondas de cerveza y Byron manifestó que trabaja en el Ministerio de Educación, allí se desempeña en el departamento de finanzas y contabilidad desde abril del año pasado. En eso se desata una discusión entre dos chicas, una más alta y evidentemente mayor que la otra. Empujones, insultos y hasta puños hubo en dicha gresca. Byron quien al principio no hizo nada como el resto, se acercó al hecho para enterarse de lo que pasaba. Cuando la situación se calmó Byron regresó y dijo "Soy paciente hasta cierto punto, cuando no entienden le pego al o la que se ponga sin importarme nada". "No creas que soy una persona correcta por trabajar en el Ministerio, de hecho estaría preso si no salía de la pandilla “Latin King", lo mencionó mientras temblaba con la cerveza a medio tomar. Los números del reloj anunciaron el cierre de la Tienda y el final de la noche de copas. Don Carlos agradeció a Byron su intervención en la gresca, pues lo considera un guardia improvisado del lugar, por el carácter firme que siempre muestra cuando algo no le parece.

La vivencia en los Latin King

Con una camisa rota, un gorro rojo, una pantaloneta verde y chancletas cafés, Byron acudió al encuentro con el reportero en el parque las cuadras. "Cursaba el cuarto año del bachillerato cuando Juan, compañero del colegio Dillon me presentó al 'Negro', líder de la pandilla Latin Kings, al ver su liderazgo no me reusé e ingrese a la banda. No fue nuevo para mí ese mundo, ya que desde la escuela solo la pasaba en la calle y aprendí mañas de allí", mencionó Byron en medio del viento que soplaba la tierra de la cancha de fútbol. Byron enfatizó que no fueron problemas familiares lo que le llevaron a unirse a una pandilla, solo fue el gusto por la bebida, la droga y más que nada las peleas ante otros pandilleros. Según Diego, Byron nunca fue violento en las reuniones de los amigos en solanda al sur de Quito. "Sabíamos que era pandillero, pero nunca tuvimos problemas, de hecho el daba la cara cuando aparecían los bronquistas del barrio".

Byron cuenta que su pandilla tuvo varios rivales y según él los “Latin Kings” aún mandan en solanda. "En los cuatro años que permanecí en los “Latin Kings” me di cuenta que tenía que cambiar. En realidad yo solo jodía a los de colegio, buscaba información de las bandas rivales y me pegaba en las típicas riñas, pero sucedió en Solanda en la j, en donde hubo violaciones y hasta homicidios en donde algunos conocidos eran los responsables, fue entonces que empecé a ver la vida de otra manera".

"Veinte y tres capotazos y el inicio de mi cambio"

El sol brillaba y el viento abundaba, Byron se sacó el gorro y empezó y se tocó el centro de su cabeza. "Justo aquí fue donde empezó mi cambio, con 23 capotazos de los miembros más viejos y experimentados de los Latin Kings ", dijo Byron, quien contó que los capotazos y una paliza por parte de los miembros de la pandilla fue el código que tuvo que respetar para poder salir de dicha banda juvenil.

Tras dicha explicación, Byron y el reportero fueron a su casa ubicada en la Ajaby. De camino, Byron manifestó que su familia, en especial su hermana Claudia fue el pilar fundamental para tomar la decisión de abandonar a la pandilla. Cuando llegaron su hogar, la madre de Byron, Catalina los recibió con un café cargado. Para Catalina el cambio de Byron fue notorio ya no pasaba mucho tiempo en las calles, ayudaba a Claudia con las tareas de su colegio Consejo Provincial.

Según Fernando Carrión, Sociólogo de la FLACSO (Facultad Latinoamericana de Comunicación Social), las pandillas no son un fenómeno nuevo, y están relacionadas con la crisis de la institución llamada familia. En Quito existen alrededor de 200 pandillas juveniles y las cifras aumentan, ya que en cada barrio, el joven no quiere ser uno más de una pandilla, sino liderar una nueva. “Los miembros de la pandilla privilegian las relaciones secundarias, tienen organización, realizan actos contrarios al orden establecido, construyen identidades grupales y definen un territorio. Hoy, este anclaje es superado por un espacio virtual que trasciende y rompe las fronteras locales y nacionales, dando lugar a su condición global”, manifestó Carrión en un artículo abstracto.

Según la Dinapen (Dirección Nacional de Policía Especializada en Niños, Niñas y Adolescentes), las pandillas juveniles influyen en el consumo y venta de drogas en los colegios, ya que estudiantes son quienes pertenecen a dichos grupos e influyen a los demás alumnos a ingresar al mundo de las pandillas que está relacionado con la drogadicción y el alcoholismo en los jóvenes. Para Agustina Flores, psicóloga del centro médico de la fundación del padre carolo Ubicado al sur de Quito , a veces los adolescentes quieren experimentar en el mundo de las pandillas, y cuando se dan cuenta de su error es difícil salir, por lo que se hunden en ese mundo por medio a las represalias.

Una nueva vida

Byron recibió la llamada de su novia Denise, él contestó y de inmediato fue a verla, pues se encontraba en la entrada de la mena Junto a Denisse se hallaba Claudia, hermana de Byron, ambas se llevan bien. Denisse conoció a Byron poco antes que dejara a la pandilla, por lo que él la considera una pieza clave, para que decidiera empezar una vida nueva, lejos de la calle y en una institución que le permite instruirse, como el Ministerio de Educación.


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